La importancia de la medida de las intervenciones de familiares y amigos

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Estamos de boda y vamos a pasarlo bien. Es lo que se suele decir en estos casos. Es raro, salvo que asistas a una boda por puro compromiso, que no te lo pases bien. Depende, también, de los invitados, de si conoces a más o menos gente, de con quien te sientas, etc. Pero al margen de todo eso la gente va a una boda con, al menos, la intención de divertirse.

Y la diversión debería empezar desde el minuto 1. Desde que los invitados llegan al lugar de la ceremonia. Da igual que sea en una iglesia si la ceremonia es civil. O en un ayuntamiento. O en una finca. La ceremonia que justifica esa reunión se va a celebrar porque es el motivo por el cual se va a realizar la fiesta correspondiente de después.

Los discursos: Pilar fundamental

Independientemente del lugar e independientemente del tipo de ceremonia, hay un elemento que no debería faltar en dicha parte de la tarde-noche: los discursos de familiares y amigos. Aquí me voy a centrar en ceremonias civiles donde hay más flexibilidad para contar con ellos. En bodas religiosas, si bien existen los conceptos de testigos que suben al púlpito a hablar, normalmente lo hacen con lecturas religiosas que dejan poco margen a la improvisación o a acaparar cierto protagonismo. He visto bodas religiosas muy divertidas y donde los invitados han adquirido mucha atención. Pero lo cierto es que no es lo habitual.

Hablando por tanto de ceremonias civiles, como decíamos, existe una flexibilidad muy grande a la hora de contar con familiares y amigos en los discursos. Lo más habitual en este tipo de ceremonias es que el oficiante, aparte de coordinar el evento, de pie a hablar a personas relevantes para los novios. Aquí, lógicamente, los novios deciden quiénes y cómo van a hablar. Aún así, es habitual que hablen personas que han supuesto algo importante en las vidas de uno, de la otra o de los dos. Ya sean familiares, amigos, o ambos. Partiendo de esa premisa, cuántos sean y en qué orden y momento de la ceremonia es algo que entre el oficiante y los novios acordarán.

¿Quién debería hablar en mi boda?

El ceremoniante, por su experiencia aconsejará a los novios. En mi caso, aunque esto va en gustos, insisto a los novios en que insten a sus asistentes a participar. Dos discursos por miembro de la pareja parece lo adecuado y así lo sugiero. Esto significa que cuatro personas, aparte de los novios y el ceremoniante de bodas, van a tener un rol importante en el evento principal de la fiesta. Aquí la pregunta del millón que me hacen los novios es ¿mejor familiares o mejor amigos?

Para esa pregunta solo hay una respuesta buena: debéis elegir a la gente con la que os sintáis más cómodos. Pueden ser hermanos, o primos, puede ser un amigo de la infancia o, incluso, un compañero del trabajo. Esa decisión es única y exclusivamente de ellos. No obstante, los novios deben tener en mente que no a toda la gente quiere o le gusta hablar en público y eso genera una situación muy incómoda para quien habla, que quizás le haga pasar varias noches en vela. Asumiendo que ese punto está bajo control, la libertad para elegir candidato a subir el escenario es casi total.

Orden y tiempo; dos métricas a tener muy en cuenta

Ahora, que ya tenemos a los elegidos, toca organizarles. A mí particularmente me gusta intercalar personas de un lado y otro del futuro matrimonio, esto le da cierto ritmo adicional a la ceremonia y eso lo agradecen los invitados. Al margen del orden, que va por supuesto en gustos, lo más importante es la duración. Nadie, repito, nadie va a querer una ceremonia excesivamente larga. Hay gente que no está atendiendo al acto en sí porque está cuidando de niños pequeños. Hay gente que no oye o no ve según las circunstancias. Hay gente que no puede estar mucho tiempo sentado o mucho tiempo de pie. Todas esas cosas obligan a que las ceremonias sean ligeritas. Y en eso tienen mucho que decir los testigos.

Para que la ceremonia en total no se haga larga los testigos no deben alargar en exceso sus discursos. Diez minutos hablando, por ejemplo, puede no parecer mucho, pero sí lo es. Anécdotas que solo el testigo y el novio o novia entienden no aportan nada a la ceremonia. Querer pasarse de gracioso suele tener el efecto contrario. Sacar muchos folios de texto y pararse a leerlo puede generar momentos de descontrol sobre lo que se está contando y tener que retomar el discurso con el correspondiente lapso.

Pero qué duda cabe que los familiares y amigos participando en la boda son un elemento indispensable para el éxito de la misma. A vosotros, parejas que estáis planificando vuestro enlace, contad con ellos pero haced uso de estos valiosos consejos.

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